El barco surca el nuevo mar, el infinito mar, el imponente mar. Parece minúsculo ante lo magnífico, un grano de arena perdido en el desierto, una estrella entre tantas del firmamento.
A veces despliega sus velas. Otras, en medio de tormentas aterradoras, parece quebrar el mástil contemplando impotente ante la crueldad de Neptuno. Luego, en la calma, se anima a dejarse llevar.
El barco se siente insignificante y es que, aún no comprende, que el mar cobra sentido sólo con su presencia.
Miriam Frontalini.
Miriam Frontalini.
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