jueves, 9 de agosto de 2012

EL RELOJERO


¿Alguna  vez te preguntaste qué provoca los escalofríos que tienes de repente? La gente habla del paso de la parca, o de algún alma que anda vagando en el éter. Algunos creen en cada cosa.  Yo tengo otras teorías.
Desde siempre supe  que, en el templo de la vida, cada uno es representado por una vela, Una luz de parafina que se enciende explosivamente en medio de la nada. Un pequeño big bang que da origen a un nuevo ser o, para ser exacto, a dos seres.  En el momento de nacer, en medio del brillo de la luz, la generosidad de la creación reconoce su límite asignando a cada criatura un guardián del tiempo.
Estos extraños personajes poseen un particular reloj de vida. Un cronómetro de cuenta regresiva. Ni un segundo más, ni uno menos. Hasta el último aliento está medido. No les incumbe el juicio del uso, sólo han sido asignados para medirlo. Son guardianes también de las velas. La gente no vive su tiempo de la misma manera y es por eso que hay tantos tipos de éstas como de personas.
A veces, un descuido hace que sientas el apagón de una flama cercana.  El cese de una vida provoca una imperceptible brisa que hace temblar las llamas que la rodean. Un escalofrío recorre tu cuerpo. Un frío despierta la necesidad de sacudirse para volver a la calidad del flujo sanguíneo. Luego tu llama deja de temblar. Todo vuelve a la luminosidad acostumbrada.
Cuando el cronómetro llega a cero, el guardián del tiempo se hace presente. Toma tu alma, la lleva al Templo. Allí te entrega un extraño cono dorado con una fina varilla de donde asirlo. Cada uno es el encargado de apagar su propia vela y esperar en la oscuridad, el brillo de la luz final.
¿No me crees? ¿Piensas que te miento? Ven conmigo. Soy tu relojero.

                                                      (C)Miriam Frontalini

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